miércoles, 24 de marzo de 2010

Hombre Enmascarado, El

Buru Lan editó en los años 1970-1973 las primeras Aventuras del Hombre Enmascarado en 8 tomos de 96 fascículos. Comprendian las tiras diarias, desde el inicio de la serie en los años 30 hasta los años 50, que correspondía a la etapa dibujada por Ray Moore y un buen trozo de la de Wilson McCoy.





[ The Phantom, en la versión de Syd Barry ]


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Artículo por Nino Ortea


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Pocos personajes del mundo de la historieta poseen la capacidad de seducción y atractivo que desborda El Hombre Enmascarado. En sus casi setenta años de lucha contra el aburrimiento, el personaje ha logrado vencer todos los obstáculos que ha encontrado en su trayectoria editorial española: cambios de nombre, alteraciones en la reproducción de los originales, ediciones caóticas y desmandadas, o prolongadas ausencias. Incluso ha llegado a superar la mayor prueba de todas, la de sobrevivir a su creador, Lee Falk, fallecido el 13 de marzo de 1999.

En la actualidad, la tira de prensa continua siendo publicada en quinientos periódicos y en quince idiomas, desarrollada por George Olesen y Keith Williams. En España, el Grupo Correo ostenta sus derechos, reproduciéndola únicamente en el diario El Correo. En el campo del comic book, la editorial norteamericana Moonstone comenzó en febrero de 2002 la publicación de una serie de libros de cómics de 48 páginas protagonizados por el personaje; labor en la que continúa el trabajo de editoriales como DC Comics, en cuya serialización participó Peter David. La firma alemana Bulls ostenta desde los años setenta los derechos del personaje para Europa; suyas eran las historias que en su momento serializó quincenalmente Editorial Valenciana dentro de la colección Colosos del Cómic. Actualmente, Bulls coedita con la escandinava Egmont una exitosa línea centrada en El Hombre Enmascarado, que en publicaciones como Fantomen Krönika aúna historias clásicas con otras nuevas, firmadas por autores como Paul Ryan.

A la dificultad de analizar la trayectoria de un personaje tan longevo como The Phantom, se une su edición desorganizada en España. Aunque afortunadamente sí que ha sido publicado (varias veces, y de una manera harto discutible) el periodo considerado por excelencia como clásico en esta serie río: la etapa que va de febrero de 1936 a julio de 1946, en la que Ray Moore firmaba el dibujo de las tiras diarias. Periodo recuperado a principios de los años noventa por Ediciones B, en una versión se utiliza aquí como guía a la hora de facilitar títulos de los seriales, según traducción de Carmen de Celis. La mayor parte de los datos relacionados con las diferentes tiras de prensa están extraídos de textos firmados por Javier Coma.

Esta etapa ha sido presentada recientemente, en una teórica edición definitiva, por la editorial norteamericana Tony Raiola, en una tirada no disponible para Europa. Si alguno de los afortunados poseedores de cualquier ejemplar de esta reimpresión está dispuesto a entrar en negociaciones, me gustaría hacerle saber que pongo a su disposición la totalidad de órganos trasplantables de mi adorable suegra, mujer sana y de envidiable salud a la altura de la Sra. Parker.


El hombre tras la máscara.

El guionista Lee Falk (1911-1999), aparcada su etapa de creador publicitario y dibujante de historietas, le ofreció en 1934 al King Features Syndicate, empresa controlada por William Randolph Hearst, un proyecto protagonizado por un mago refinado, exquisitamente vestido y dotado con habilidades sobrenaturales. King Features Syndicate, que el 7 de enero de 1934 había lanzado el Flash Gordon de Alex Raymond, continuaba su pugna con otras empresas distribuidoras, principalmente el United Feature Syndicate de la familia Pulitzer, con el que mantenía una disputa abierta desde que, el 24 de mayo de 1914, King había decidido seguir publicando la tira diaria The Katzenjammer Kids (pese a que su creador, Rudolph Dirks, se había pasado con sus personajes a la United donde aparecieron publicados como The Captain and the Kids). A esta competición creativa entre syndicates hay que unir al Chicago Tribune – New York Daily News entre cuyas tiras, coordinadas por Joseph Patterson, figuraban algunas de las más exitosas, como Little Orphan Annie o Dick Tracy.

Entonces, King Features Syndicate da el visto bueno al proyecto de un Falk al que aun le quedaban dos años de permanencia en la universidad. Mandrake the Magician, considerado el primer mago protagonista de un cómic, comienza su espectáculo diario el 11 de junio de 1934; uniéndosele una función dominical a partir del 3 de febrero de 1935. El maestro de ceremonias gráfico de las representaciones diarias y dominicales es Phil Davis, proveniente al igual que Falk del campo de la publicidad. Davis, en muchos casos asistido por su esposa Martha, firmaría el dibujo de la serie hasta su muerte el 16 de diciembre de 1964.

Como resultado del éxito alcanzado por su anterior tira diaria, Lee Falk recibe el encargo de crear un nuevo personaje para King Features. El 17 de febrero de 1936 aparece un paladín llamado a convertirse en icono de los héroes disfrazados, The Phantom (un año antes de que Harold Foster presentase, en el mismo grupo editorial, su impresionante Prince Valiant, el 13 de febrero de 1937). En The Phantom se nos cuentan las aventuras de Kit Walker, vigésimo primer miembro de una saga de combatientes contra la piratería, la crueldad y la injusticia. A la tira diaria se unirá, a partir del 28 de mayo de 1939, una entrega dominical que presentará una trama argumental independiente. Tanto las entregas diarias como las dominicales aparecen firmadas por Ray Moore, quien había colaborado episódicamente en Mandrake.

El personaje sería conocido en España bajo múltiples nombres, entre los que destacan El Hombre Enmascarado y El Fantasma.

El éxito de la serie fue inmediato, destacando el hecho de que fue adaptada al formato tebeo en muchos países antes de hacerlo en los Estados Unidos en 1938, en ediciones que contaron con el trabajo de ilustres artistas, como Joe Simon cocreador de El Capitán América. Falk firmó la totalidad de los guiones de las tiras de prensa hasta su muerte, y Moore ostentó la titularidad del trabajo gráfico hasta el serial La reina Asta (iniciado el 22 de julio de 1946), a la altura del cual McCoy pasó a desarrollar el dibujo en solitario, aunque no sería acreditado oficialmente hasta el 28 de febrero de 1949 en las tiras diarias y hasta el 3 de abril en las dominicales. Tras la muerte de McCoy en 1961, Sy Barry desarrolló el dibujo hasta su retirada en 1994, año en que fue sustituido por el ilustrador actual, George Olesen.

La dificultad para juzgar el trabajo de Lee Falk al frente de la serie se debe no sólo a lo dilatado de su trayectoria de casi 63 años escribiendo la colección. A mi desconocimiento de la mayor parte de sus historias, se une la forma en que estas han sido editadas, normalmente en publicaciones de más de 32 páginas que agrupaban en un solo número el trabajo de meses (como ocurría con los fascículos semanales publicados por el sello vasco Buru Lan) o en versiones anárquicas en las que los saltos en la cronología eran constantes (tal era el caso de Ediciones Vértice, en cuya revista quincenal centrada en el personaje era habitual la publicación de los seriales independientemente de su autoría gráfica, fecha de producción o cualquier tipo de subtrama que pudiera explicar su selección)

La condición de serie río llevaba a Falk a dedicar pasajes a los seguidores que llegaban tarde a la serie, recapitulando la trama del episodio en curso o retomando historias ya contadas, pero desconocidas para un nuevo aficionado o semiolvidadas por el lector habitual del diario donde aparecían las tiras. Lo que es innegable es la magia que Falk sabía impregnar a su relato secuenciado, dotándolo de unas dosis de intriga, humor, acción, romanticismo y costumbrismo que se adecuaban a los gustos de la época, y que en conjunto, y revisadas en algunos casos setenta años después de su concepción, mantienen una fuerza narrativa innegable. Algo que no ocurre con otras obras de continuará que, al ser leídas en la actualidad, ven reducido su atractivo a su valor histórico o al afán completista del aficionado.

Esto no quiere decir que, centrándonos en la primera etapa del personaje, no encontremos confusiones. Melville Horton pasa de capitán médico de un destacamento británico en La leyenda de Krakatán, a militar multiusos en posteriores entregas. David Palmer, presentado como bonachón tío alopécico de Diana en Red de espionaje, aparece, con cabello cerrado, como mayor del Servicio Secreto Norteamericano en Feroz invasión. Del primer Gurán, un supersticioso que piensa que quemando al Fantasma logrará sanarlo en La leyenda de Krakatán, pasaremos a un equilibrado jefe de tribu. Falk, consciente de los desajustes existentes en su relato serializado, desarrolló una serie de episodios dibujados por Wilson McCoy en los que puso en orden la relación de Kit Walker con los diferentes personajes; destacando La leyenda de El Hombre Enmascarado, donde sabremos de su feliz infancia en la jungla (de cuando data su amistad con Gurán) y de su estancia en en casa de su tía Lucy en los Estados Unidos, donde a la edad de 10 años conoce a Diana Palmer. También Moore presenta escenas imposibles, increíblemente atractivas: Diana vistiendo traje de noche para cenar en un cuartelucho; asiáticos que parecen sacados del profundo Senegal, ataviados con taparrabos y turbante en pleno Nueva York; o un Hombre enmascarado que gusta de vestir batín en la intimidad de su cueva.

Falk demuestra su inteligencia al adaptar el entorno fantástico que envuelve a los personajes al real que rodea al lector. El guionista es consecuente con cada momento que le toca vivir, adecuando su estilo a la sensibilidad de la época. En un mundo cambiante en el que las colonias se independizaban de sus metrópolis no podía mantener el anacronismo de la figura del hombre blanco que acumula todas las virtudes frente a unos nativos “inferiores”. Esta actualización, muy acentuada en la extensa etapa de Sy Barry, lo lleva a una innovación no sólo en los personajes, sino que también en la ambientación y escenarios. En los divertidos episodios centrados en la lectura de algunos de los anales que componen “Las crónicas de El Fantasma”, que pueblan las estanterías de La Cueva de la Calavera (hogar del enmascarado en Los bosques Profundos) descubriremos que entre sus ancestros figuran William Shakespeare o Cristóbal Colón.

De la primera ubicación realista que situaba el hábitat natural de El Fantasma en la zona asiática del Golfo de Bengala, se pasa a la imaginariamente africana Bangalla, capital Mawitaan. Kit Walker pierde su origen británico, como descendiente del aristocrático Christopher Landish, para nacionalizarse norteamericano. A su vez nuestro personaje mantiene una cambiante relación con La patrulla de la selva, de la que sabemos que fue creada por uno de sus antecesores; en un principio lo considera un ser irreal, luego lo persigue, el enmascarado acaba por comandarla, delegando el mando en el negro coronel Worobu. Posteriormente sabemos que La Patrulla fue creada por uno de los ancestros de Kit. Y es que el propio Falk, defensor eterno de la valía del cómic al mismo nivel que cualquier otro arte, era consciente del efecto que podían tener sus historias. El creador comentó al respecto durante su visita a Asturias en 1989, invitado por la organización del Salón Internacional del Cómic del Principado de Asturias, que la dictadura argentina había censurado una de sus historias en la que el antagonista del héroe era el fatuo general africano Bababu.

El interés artístico de este gran autor no se redujo a su encomiable obra como guionista. Su otra gran pasión fue el teatro, como escritor y productor. Lee Falk, propietario de varios teatros, produjo más de 300 obras (100 de las cuales también dirigió) contando con variados elencos entre los que figuran actores tan diferentes como Chico Marx, Charlton Heston o Marlon Brando. Entre su producción restante destacaron dos musicales, uno titulado Mandrake the Magician and the Enchantress, y más de 10 novelas, entre las que se encuentra La historia de El Hombre Enmascarado (Editorial Pala, 1973), donde profundiza en el mito que había creado.

Para los que llegan tarde.

Desde la tira de prensa inicial, en la que vemos a una aguerrida Diana Palmer tumbar de un puñetazo a un oponente pugilístico, queda clara la voluntad de Falk de dotar a la serie de un halo de misterio en lo que se refería al personaje titular de la tira, no presentado hasta una semana después, y su intención de conceder protagonismo a otros personajes, que no serán meras comparsas del héroe y mostrarán gran iniciativa. Esta aura enigmática que rodea a The Phantom cuenta con un innegable refuerzo en el intrigante diseño con el que Ray Moore definió al personaje, dibujado sin pupilas; diseño apenas variado en sus 67 años de existencia, en los que nunca le hemos visto el rostro. Apenas se nos da información sobre él; y la que recibimos es en forma de escenas protagonizadas por sus antepasados, o como relatos míticos que nos hablan de un titán inmortal. No será hasta llegado octubre de 1936 que Falk y Moore, en las tiras iniciales de la tercera aventura del personaje La banda del cielo (28 de septiembre de 1936 al 16 de enero de 1937) nos cuenten de una forma muy inteligente, por propia voz de El Fantasma, la forja de esta estirpe de héroes, aprovechando los creadores para introducir sutilmente la primera declaración matrimonial de The Phantom, pues su historia sólo puede ser oída por su sucesor o su futura esposa. Esta mezcla de información y declaración amorosa sirve a la vez para humanizar a un personaje que no pude evitar emocionarse al recordar a su padre asesinado hace nueve años y medio.

La humanización del defensor del bien facilita una identificación con un héroe que no posee ningún poder especial, ni atesora un arsenal de artilugios que faciliten su misión. Es más, aunque es considerado un inmortal al que se atribuyen capacidades tan increíbles como la de convertirse en humo, nunca se recurre a lo fantástico para explicar sus logros, siempre se nos da una explicación lógica a sus milagros: usa electricidad para inmovilizar a sus atacantes en un barco, recurre a un soplete acuático para abordar submarinos,...

Curiosamente en esta serie, al contrario que en Mandrake, Lee Falk no presenta ingeniosas invenciones científicas, ni enfrenta a su personaje con rocambolescos doctores chiflados. Es más, The Phantom aprovecha toda la aureola mágica que lo rodea y la necesidad que tenemos los simples mortales de que nos engañen, para utilizarlos prácticamente a la hora de cumplir sus fines. Monta aparatosas puestas en escena en las que actúa, independientemente de la condición de su heterogéneo público, como una suerte de mago ante una audiencia crédula. Desde villanos que no sólo raptan personas sino que ocupan países, a sisones que roban tanto a individuos como a naciones, todos participan del engaño colectivo al que El Fantasma somete a sus enemigos pues, como buen mago, no duda en recurrir al efectismo de escalofriantes apariciones en gigantescas calaveras para impresionar a la concurrencia (medida utilizada para poner paz entre Osiweys y Llongos en Fusiles en la jungla, del 18 de enero al 8 de mayo de 1937) y en caso de enfrentarse a un público terco a la hora de aceptar su inmortalidad, les deja participar en la función permitiéndoles asesinarlo cuantas veces sea necesario hasta que participan de la verdad de la leyenda: es un espíritu que camina.

Los pocos conocedores de la verdad, hechiceros de algunas tribus y miembros del fiel pueblo bandar (con los que su estirpe está vinculada desde que en 1550 apareció el primer Fantasma, tal y como se nos cuenta en las páginas dominicales publicadas del 1 de junio al 10 de agosto de 1975) ocultan su secreto cual empresarios temerosos de que al revelar la verdad soterrada tras el encantamiento pierdan sus beneficios, como confiesa el hechicero Mobo al principio de las tiras relacionadas con el pequeño Tommy (del 30 de octubre al 18 de diciembre de 1937)

Además, Falk se ocupa de alejar todo aspecto sombrío al presentárnoslo como alguien rodeado de un entorno afectivo, madre política incluida, que utiliza de forma mesurada la fuerza expeditiva. Así mismo es capaz de poner en peligro su vida por el bienestar de sus mascotas (primero el cánido Devil, más tarde su caballo Hero). Y aparece preocupado por el obscuro origen de un niño abandonado, Rex (posteriormente revelado como heredero al trono de Baronkhan en la aventura Rex, el rey), hacia el cual mostrará un cariño paternal. Este intento por mostrar al personaje como una persona normal, con las mismas motivaciones que cualquiera de sus lectores, alcanza su punto álgido en la época de Sy Barry como dibujante de las tiras. En su etapa asistimos a la definitiva declaración matrimonial de Kit a Diana en la paradisíaca Isla de Edén (21-3-77), a la ceremonia matrimonial (tiras del 8 y 9, y dominical del 11 de diciembre de 1977) y al nacimiento de los gemelos en las dominicales del 29 de abril (el niño) y del 6 de mayo (la niña) de 1979. En las historias actuales, su hijo Kit se está preparando para ocupar el lugar de su padre; y en la serie de dibujos animados para televisión The Phantom 2040 nos encontraremos con el vigésimo cuarto Fantasma.

Todos estos cambios han acercado a la serie a un esquema en muchas veces parecido al de una comedia de situación, con aventuras desenfadadas coprotagonizadas por el nutrido elenco que a estas alturas rodea a El Hombre Enmascarado, quien ha acumulado tal número de mascotas que ha convertido La Isla del Edén en un Zoo. Este concepto de serie río, viva y en evolución, fue utilizado hábilmente por Falk desde un principio, apareciendo personajes que enlazan diferentes seriales (como Sala, aguerrida fémina presente en la colección del 8 de junio de 1936 al 16 de enero de 1937) o que se convertirán en secundarios duraderos (como Melville Horton).

Sin lugar a dudas, el suyo no era el primer héroe embozado de la naciente cultura popular, La Sombra o El Zorro le precedieron; y su ambientación en tierras remotas y selváticas contaba con excelentes precedentes en King Features Syndicate, como Jungle Jim, creado el 7 de enero de 1934, o Tarzan, iniciado por la United el 7 de enero de 1929. Pero el presentar su lucha contra el crimen como un legado familiar, y no como el resultado de un sufrimiento personal, dotó a The Phantom de unos rasgos distintivos respecto a otros paladines disfrazados. De hecho, podemos considerar a El Hombre Enmascarado como un claro precursor de los innumerables quijotes, vestidos en pijama y atesoradores de una identidad secreta, que inundan los comic books. Y aunque a diferencia de la mayor parte de éstos, The Phantom no tiene mayor problema con ocultar su vertiente heroica, sí que comparte con ellos las dificultades que la labor justiciera ocasiona a su vida social. Ya al final de Los piratas Singh, el héroe debe alejarse de su amada para continuar su combate contra la injusticia, aunque lo que él teme que sea un adiós, ella está segura de que es un hasta luego.
Diana Palmer, el futuro es mujer.

Esta confianza en sí misma es exponente de uno de los elementos más llamativos en las primeras tiras de El Hombre Enmascarado: la fuerza, seguridad e inteligencia que muestra el elenco femenino. Esta mujer resuelta, ya encarnada en el cine de la época por actrices como Dorothy Lamour en The Jungle Princess (1936), Marlene Dietrich en El jardín de Alá (1936) o la inigualable Jean Harlow en Mares de China (1935), se pone a la altura y en muchos casos supera a sus compañeros masculinos. Las tiras de The Phantom están llenas de mujeres que aman, viven y mueren libremente. Como la seductora Sala, concubina del temido Kabai Singh, al que no cesa de ridiculizar por su cobardía, y al que abandona para socorrer a El Fantasma cuanto lo ve a punto de perecer en La leyenda de Krakatán; o La baronesa, quien no duda en suicidarse antes de ser atrapada al final de La banda del cielo. La fuerza que muestran las mujeres en la serie difiere del papel secundario que éstas desempeñan, no sólo en otras tiras como Dick Tracy, donde Tess Trueheart encarnaba el prototipo de novia sufrida, sino que en la otra gran obra de Falk, Mandrake, con una Narda que contadas veces le robó el papel protagonista a su enamorado. Es más, en cierto modo podríamos ver en la relación que los protagonistas guardan con sus parejas una plasmación del enfoque diferente otorgado por el guionista: Mientras que Narda es la eterna pareja de hecho de Mandrake, Diana llegará a casarse con su donjuán en diciembre de 1977.

Lee Falk y Ray Moore nos presentan a una mujer fuerte y decidida, la misma que poco tiempo después, con motivo del estallido de la II Guerra Mundial, se vería obligada a desempeñar labores familiares y roles sociales y laborales antaño reservados para el hombre. No en vano el mitológico nombre de la protagonista, Diana, identificaba a la diosa romana de la luna y la caza, protectora de ríos y animales salvajes. A estas cualidades divinas se une el presentarnos a una rica y famosa exploradora, bióloga marina y desprendida mecenas de obras sociales. El resto de los personajes femeninos que aparecen en la obra es mostrado con igual fuerza y personalidad, desde la Sra. Palmer a la juguetona Rita de El Fantasma envenenado, todas parecen moverse en un mundo autosuficiente en el que el único hombre que tiene cabida es nuestro viril héroe, ante el que no pueden evitar exclamar un expresivo «¡Vaya hombre!»

Será su relación con Diana la que haga aflorar el lado más humano del héroe. Es su vínculo con un mundo real, en el que se muestra tan inseguro como cualquiera que haya estado enamorado alguna vez. Esta humanización, que acarrea toda una subtrama de enredos sentimentales, es uno de los aspectos que mantienen la frescura de la obra y la dotan de momentos de gran interés. Frente al descaro que muestra en un principio respecto a Diana, a la que no duda en robar besos o instarla a que se deje de desmayos y continúe caminando, El Hombre Enmascarado no tardará en mostrar su debilidad ante el eterno femenino, y podríamos considerar como su mayor gesta el lograr la aprobación de su futura suegra. Por su amor a Diana, el héroe pondrá en peligro su vida, se planteará abandonar su cargo e incluso llegará a incumplir su juramento de combatir el Mal. Como cuando no persigue al malvado traficante Roak por pensar que es el marido de Diana en Los pescadores de perlas (del 1 de agosto al 19 de diciembre de 1938)

En gran parte de los primeros seriales, el tradicional peligro amarillo es sustituido por el peligro femenino. En muchas ocasiones los antagonistas del héroe se mostrarán como marionetas en manos de mujeres más fuertes e inteligentes que ellos; y son varias las tramas argumentales protagonizadas por sociedades criminales integradas exclusivamente por féminas. La banda del cielo, desarrollada del 28 de septiembre de 1936 al 16 de enero de 1937, nos presenta a unas aguerridas féminas que ponen en peligro el comercio aéreo en la zona de Bengala. Falk no tardará en trasladar este esquema a París en El círculo de oro, del 3 de julio al 21 de octubre de 1939, enfrentando a The Phantom con unas avispadas ladronas de joyas, o al ámbito marino en Las sirenas del estrecho de Melo (del 10 de diciembre de 1945 al 30 de marzo de 1946), que reproduce el esquema de La banda del cielo aunque en este caso se suaviza el uso de la violencia. La confrontación física se reproduce en diálogos ágiles e ingeniosos, en los que El Fantasma y sus enemigas intercambian puyas. Por ejemplo, Sala apuntando a The Phantom con un revolver le pregunta: «¿Sabe que va a morir?» y nuestro amigo, en lugar de responder con alguna heroicidad, utiliza una respuesta digna del gran Groucho Marx: «Lo sospechaba vagamente». O aquél en que la Baronesa dice: «Hacía años que no besaba a un hombre», a lo que nuestro picarón Walker, cual émulo de Cary Grant responde: «No parece que haya perdido el estilo». Estos diálogos, dignos de un genial guión de Ben Hetch, evitan que los pasajes amorosos caigan en la petulancia de la mayor parte de los cómics de personajes heroicos.

En el retrato del funcionamiento de estas organizaciones, Moore llegaría a plasmar escenas cercanas al sadismo, como ésa en la que una despechada Baronesa cegada por el desamor fustiga el cuerpo encadenado del único hombre al que ha amado. O aquélla en la que una desesperada Sala decide posibilitar el bombardeo de la isla donde está encarcelado El Fantasma, para así asegurarse de que ninguna otra ocupará su lugar. Todo ello sin privarlas de un seductor halo de feminidad, mostrándolas en todo momento vestidas de una manera fascinante, y adoptando poses o movimientos más propios de un juego de seducción que de una lucha por la supervivencia.


Pese a este papel relevante del que la mujer disfruta en la serie, Falk no libra su discurso de innumerables rasgos sexistas, cuando no machistas. Las fieras integrantes de La banda del cielo, tiemblan ante la presencia de un desvalido ratón. El taxista que lleva a Diana a su encuentro final con El Hombre Enmascarado en Los piratas Singh, no puede evitar su lamento cuando ésta prefiere jugar al escondite en lugar de a otra cosa. Las férreas sociedades femeninas se desmoronan ante la presencia de un hombre que hace tambalear sus principios igualitarios, y hace aflorar una desunión, egoísmo y despecho latentes en estas mujeres descarriadas a las que Falk no se resiste a dedicar perlas dignas del insuperable Baltasar Gracián y su impagable El Criticón, como «la hembra de la especie es más cruel que el macho», o «atacan como hombres y en caso de peligro reivindican su feminidad». Con todo, el discurso más brillantemente misógino aparece en boca de un anciano ermitaño que en La ley del desierto salvará la vida, por separado, de héroe y heroína; aunque la de ésta tras pensárselo un rato. Desde la perspectiva e inteligencia que dan los años, el eremita se permite aconsejar al enmascarado que se olvide de las ingratas mujeres, pues sólo acarrean problemas y encima sus encantos son excesivamente sensibles al paso del tiempo. «¡Ah las mujeres!»

De hecho, donde nuestro personaje demuestra su talante heroico no es al enfrentarse armado de su ingenio al poderoso ejército invasor japonés, sino al resistirse de forma numantina a los turbadores encantos de una ensoñadora Sala o al vencer estoicamente la tentación que supone ser besado por Mara. No siempre presentará a sus mujeres envuelvas en violentos manejos o propicias a la traición. Personajes como Shiva que salva la vida al Conde Bart, pese a los continuos desprecios a que éste la somete en El prisionero del Himalaya, o la desprendida Rita que prefiere a ayudar a El Fantasma a recuperar su tesoro en lugar de disfrutarlo, dan muestra del interés que guarda el reparto femenino de la serie.
Tanques en la jungla.

Otro de los temas subyacentes no sólo a lo largo de estos 10 años que estoy comentando, sino que en toda la extensión de la obra, es el uso de la violencia sólo en situaciones extremas. Falk irá suavizando el recurso a la fuerza por parte de sus personajes, convencido de que sólo está justificada en casos extremos de defensa ante una agresión. Desde un principio los antagonistas de El Fantasma son frenados por él sin necesidad de recurrir a medidas extremas: en su primera intervención usa la electricidad para inmovilizar a sus adversarios, pero no para electrocutarlos. Y cuando sus enemigos mueren, suelen hacerlo a mano de otros felones, como Kabai Singh, asesinado por Sala en La leyenda de Krakatán, o como resultado de sus sucias intrigas, tal es el caso del Rajá Simbal en El Maharajá de Nimpore. El héroe no aparece cegado por ningún instinto vengativo, incluso cuando se enfrenta a los asesinos de su padre en Los piratas Singh, o lucha por salvar la vida a su amada en Misión especial (del 7 de febrero al 27 de mayo de 1944)..

Frente a tiras como Dick Tracy, donde Chester Gould enfrentaba a su héroe con delincuentes que parecían salidos de la primera página de los diarios, y se inspiraban físicamente en estrellas famosas como Marlene Dietrich para Marrow o Boris Karloff para Karpse, The Phantom combate a los mismos enemigos de cualquier nación libre del hemisferio occidental: las poderosas organizaciones criminales, el enemigo interior fascista y los explotadores. Incluso su mayor enemigo, La Hermandad Singh, se ha convertido en una organización supraterritorial, en la línea de la futura HIDRA desarrollada por Stan Lee para Marvel, que en muchos casos estará infectada por otras organizaciones criminales, como La banda del cielo, que actúan impunemente en una sociedad presa de su desinterés por los semejantes. El mismo Fantasma creerá que Diana es sólo otra niña mimada, cuyas motivaciones se encuentran en el beneficio propio y no en el bien social




Falk muestra un gran interés por incluir en su narración ciertos matices de crítica social hacia una alta burguesía encarnada en el perfecto inútil llamado Jimmy Wellis, apático enamorado de Diana, cuya única misión en la vida es comer y dormir. También se aprecia cierta crítica al embelesamiento que sufre la republicana sociedad norteamericana respecto a cualquier muerto de hambre que ostente en su tarjeta de visita un título nobiliario. La futura suegra de El Hombre Enmascarado padece en grado máximo esta enfermedad y tiende a encontrarle unos finos pretendientes a su hija, tan nobles como una patada en las partes, que cuando no resultan ser traidores espías nazis, Red de espionaje (del 23 de octubre de 1939 al 10 de febrero de 1940) se revelan como miembros de complejas organizaciones criminales, El plan 47 (11 de diciembre de 1946 al 1 de marzo de 1947). Por suerte El Fantasma se encuentra siempre cerca para solucionar estos problemas, que una inoperante policía, centrada en perseguir al inocente mientras respeta al culpable, no sabe solucionar. Así ocurre en El pequeño Tommy (30 de octubre al 18 de diciembre de 1937), donde se verá obligado a resolver un misterio que el prestigioso Scotland Yard no considera como tal.

Tampoco se verá libre de su crítica la explotación de las colonias por parte del hombre blanco, con historias como Fusiles en la jungla o El dios del lago donde la codicia de los colonos deberá ser frenada por The Phantom. Con todo, al igual que ocurre con otros clásicos de la época ambientados en zonas selváticas, la serie reproduce el esquema de la figura de un blanco, monarca y juez supremo de una negra jungla, cuya presencia evita el caos en una sociedad poblada por descerebrados pero bonachones indígenas.

Uno de los rasgos constantes de la serie, son los constantes esfuerzos del protagonista por evitar los conflictos. Al contrario que la mayor parte de los líderes políticos actuales, El Hombre Enmascarado cree firmemente en la PAZ, arriesgando su propia vida en su consecución incluso cuando la confrontación surge en lugares remotos, como vemos en El prisionero del Himalaya (del 20 de diciembre de 1937 al 9 de abril de 1938). Su búsqueda de la PAZ se debe a su convencimiento de que en toda lucha se pierden vidas valiosas, tal y como refleja en la trilogía centrada en el combate a la invasión japonesa, y de que muchas veces los beneficiarios de un conflicto son sus instigadores en la sombra, como ocurre con los hombres blancos que incitan el enfrentamiento tribal en Fusiles en la jungla. En su defensa de la PAZ, no busca beneficio propio, ni aumentar su leyenda o desgastar el crédito de otros ídolos enmascarados con vistas a ser considerado el héroe más popular. Es más, habitualmente realiza sus gestas entre bastidores y son pocos los que conocen de sus desvelos.

El Fantasma utiliza sus habilidades a fin de evitar toda lucha, consciente de que la violencia es un mal de fácil expansión. Evitará las peleas entre diferentes poblados indígenas, Los pescadores de perlas; los abusos de dictadores, El gobernador; o las nefastas consecuencias que el despliegue de un ejército en su propio territorio puede tener sobre la población civil, El maharajá de Nimpore. En su constante pugna en defensa de la justicia, el enmascarado no sólo incumplirá la legalidad cuando ésta sea inmoral, sino que empleará todos sus recursos incluidos los económicos, como ocurre en Gatillos de muerte (del 6 de abril al 25 de julio de 1942) donde destinará su inmensa fortuna a ayudar a la población indígena. El héroe llevará este alejamiento de la violencia a su modus operandi, procurando derrotar a sus enemigos mediante las armas psicológicas que le proporcionan la superstición humana y su leyenda suprahumana.

Lee Falk poseía la misma claridad de ideas que mostraba su personaje respecto a la necesidad de frenar la injusticia. Por eso, en una época en que la mayoría silenciosa de su país mantenía una actitud aislacionista y apática frente al auge de gobiernos de extrema derecha en Europa y Asia, Falk intentó concienciar al lector de la necesidad de frenar unas ideas cancerígenas cuya metástasis podría llegar a afectar la esencia de su impoluto american way of life. Sus intentos de sensibilizar a sus conciudadanos sobre la necesidad de reaccionar frente a un fascismo que penetraba en todos los estratos sociales, y que muchas veces podía mostrar una imagen atractiva de orden y eficacia social encarnada en personajes encopetados, datan de antes de la implicación de los Estados Unidos en la II Guerra Mundial. En Red de espionaje y Espías en acción (del 23 de octubre de 1939 al 1 de junio de 1940), el Barón Danton intentará incluir a Diana en su trama conspiratoria. En La aviadora desaparecida y El misterio del templo indio (del 23 de septiembre de 1940 al 3 de mayo de 1941), El Fantasma se debe enfrentar a una avanzadilla de una potencia extranjera, presumiblemente europea dados los rasgos de los miembros del destacamento, que se dedica a construir fortines en América Central de cara a una futura invasión del continente.





Estos enemigos no son tratados por dibujante ni guionista de una manera diferente, no apreciamos un dibujo maniqueo ni aparecen escenas o diálogos que diferencien a estos malvados de la caterva de delincuentes con los que se había enfrentado el personaje. El Mal, no obedece a coordenadas geográficas, ni rasgos étnicos. En el fondo el enemigo fascista y los piratas asiáticos son encarnaciones de una misma ideología que no entiende de banderas, la que propugna que el Bien Común no existe, y sólo una minoría está llamada a disfrutar del Bienestar. Desgraciadamente, esta ideología continúa viva; y son muchos los que defienden la persistencia de elites culturales, económicas o morales, bajo discursos impregnados de populismo. En nuestra mano está frenarlos.

La implicación de los Estados Unidos en la II Guerra Mundial tuvo marcadas consecuencias en las tiras de prensa, que llegaron más allá de la incorporación de discursos patrióticos a la trama de los seriales. Fueron muchas las series que se vieron afectadas por el alistamiento de sus creadores. Alex Raymond, en cuyo futurista Flash Gordon encontramos un claro combate al fascismo representado en el enfrentamiento al dictador Ming, figuró como autor de las páginas dominicales hasta el 30 de abril 1944 (sería sustituido tras su reclutamiento por el realizador de las tiras diarias, que habían sido clausuradas el 6 de marzo: Austin Briggs). Secret Agent X-9, de Max Trell y Mel Graff, continuó brillantemente su lucha contra el enemigo interior. El Johnny Hazard de Frank Robbins realizó su incorporación a las tiras diarias el 5 de junio de 1944, coincidiendo con un momento en el que Hazard se fuga en un bombardero de una prisión nazi. En 1944, Chester Gould enfrentó a Dick Tracy con el espía nazi The Brow (tiras del 22 de mayo al 26 de septiembre), en la que para muchos es la mejor historia del mejor año creativo de Gould. Capitulo aparte merece Milton Caniff y su Terry and the pirates. Tanto la versión dominical como la diaria habían unido su trama, y desde finales de 1937 la serie denunciaba la feroz invasión de China por Japón, convirtiendo a los piratas que dieron título al proyecto en guerrilleros heroicos. Caniff desarrolló una trama realista, que en ocasiones parecía avanzar el devenir de una guerra ya mundial. Pasajes como la tira del 16 de octubre de 1941, en la que fallecía la voluntaria Raven Sherman, o la página dominical del 17 de octubre de 1943, que recoge un emotivo monólogo patriótico, han pasado a la historia del cómic. La implicación de Caniff con el apoyo al combate al totalitarismo, lo llevó a realizar de forma desinteresada la serie Male Call, de 1942 a 1946, para la prensa militar.

Volviendo a The Phantom, la serie se vio afectada por el estallido de la guerra. Lee Falk se implicó en las operaciones de Servicio de Inteligencia dentro del Office of War Information. Tras su alistamiento en 1944, fue nombrado jefe de la división de radio en emisiones en lengua extranjera. Peor suerte corrió Ray Moore; su ingreso en las fuerzas aéreas supuso que Wilson McCoy pasase a desarrollar el dibujo. Moore regresó del conflicto con una afección nerviosa que lo imposibilitó para continuar como dibujante regular. McCoy, quien había comenzado a colaborar con Moore a raíz de la aparición de la página dominical, no sería acreditado como dibujante oficial hasta entrado 1949, lo que conlleva una discusión sobre la verdadera paternidad del dibujo, incluso en periodos anteriores al conflicto. De hecho, ya en historias como Red de espionaje (octubre de 1939) se aprecia un cambio en el trabajo gráfico, menos estilizado y más limpio.

En la versión publicada en España por Ediciones B se atribuye a Moore el dibujo en solitario hasta Tanques en la jungla (14 de diciembre de 1942), acredita a Moore y McCoy como ilustradores de las historias comprendidas entre La banda del Tucán y La muchacha salvaje (del 16 de noviembre de 1942 al 8 de diciembre de 1945), y atribuye a Moore las dos siguientes: Las sirenas del estrecho de Melo y La princesa Valeria (del 10 de diciembre de 1945 al 20 de julio de 1946).



Poco después del ataque Japonés a Pearl Harbour, comenzó a aparecer la larga saga centrada en la invasión japonesa de Bengala, desarrollada del 15 de diciembre de 1941 al 14 de noviembre de 1942, que en su más reciente edición española, apareció dividida en tres entregas: Feroz invasión, Gatillos de muerte y Tanques en la jungla. La característica de aparecer unas aventuras introducidas por otra –algo habitual en la serie– se mantuvo apuradamente gracias a la figura de Timo, el hijo de Gurán, que en la anterior aventura, El Fantasma envenenado, había desempeñado un papel cercano al de traidor tras ser engañado por unos timadores blancos, y ahora encarna al héroe anónimo dispuesto a sacrificar su vida por el bien de los suyos. Se aprecian varios cambios respecto a las tiras anteriores. Falk demoniza al enemigo presentando a los japoneses como seres crueles que disparan a indígenas desarmados por tocar un tambor, o como sádicos que disfrutan torturando al héroe. A su vez, el ejército japonés es mostrado como poco eficaz, pues es derrotado por unos hombres decididos cuyo armamento es rudimentario. Este ejército sólo puede triunfar mediante un ataque sorpresa y despiadado. El dibujo también adopta rasgos maniqueos, principalmente en la representación de unas tropas invasoras con eterna expresión de estar chupando un limón.

En su intento de trasmitir moral a sus conciudadanos, Falk no sólo resta valía a una fuerza invasora compuesta por 15.000 hombres incapaces de garantizar la seguridad de su general, sino que aporta a su discurso interesantes componentes humanistas. Se aleja del espíritu de la venganza, al propugnar un trato justo para los prisioneros japoneses pese a sus desmanes. De hecho, cuando se ve obligado a dar muerte al teniente Kurachi, El Fantasma justifica su asesinato ante una apesadumbrada Diana con un lacónico «es la guerra». El guionista invita a aparcar las diferencias internas frente a un enemigo común. Defiende la relevancia de cada ser humano a la hora de contribuir a frenar una agresión, haciendo cada uno lo que mejor puede sin necesidad de sacrificios inútiles. Esta consideración de que el heroísmo radica en un pueblo que se une para luchar por su libertad, y no en los laureados paladines, se reafirma en las tiras finales, en las que un Hombre Enmascarado al que las instancias oficiales atribuyen todo el mérito, cede su protagonismo al héroe anónimo, representado en una estatua sin nombre. En obras posteriores como Misión especial (del 7 de febrero al 27 de mayo de 1944) reaparece el tema del enemigo interior, en este caso una banda de espías con aire de maleantes que intenta hacerse con unos documentos secretos, que porta Diana junto a un capitán Byron presentado en la trama relacionada con la invasión japonesa.

Nunca es tarde para llegar a una buena historia. La trayectoria de El Hombre Enmascarado está llena de narraciones repletas de un atractivo que pervive con el paso de los años.


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[ © 2003 Nino Ortea, para Tebeosfera 030430 ]

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